Esta es la historia de mi llegada a Berlín.
Era 1 de octubre del 2014 y estaba viajando a Alemania para estudiar en Frankfurt Oder como estudiante Erasmus. Había conseguido meter todo lo que podría necesitar durante un año en dos maletas, había llegado con tiempo al aeropuerto y estaba preparada para comenzar una nueva aventura. ¡Lo que no me imaginaba era que el viaje iba a durar mucho más de lo normal! Ese día (casi) todo lo que podía salir mal salió mal…
El vuelo
Para empezar, mi vuelo a Berlín era vía Barcelona. En el primer tramo no hubo problemas, salimos a tiempo y todo fue bien, pero cuando era hora de abordar el segundo vuelo nos dijeron que íbamos a salir con retraso por motivos de seguridad aérea.

Mis vuelos se retrasan normalmente por el clima, por maletas que hay que sacar de gente que no ha subido al avión, por puertas que no cierran bien… ¿pero por motivos de seguridad aérea? ¡Eso era algo nuevo!
Como la aerolínea no nos decía exactamente por qué había retraso, me puse a investigar en Twitter para ver si alguien decía algo. Resultó que habían encontrado una bomba de 70 kilos de la Segunda Guerra Mundial en unas obras cerca del aeropuerto de Tegel. La bomba estaba en unas obras a 4 kilómetros del aeropuerto y la evacuación obligó a paralizar los despegues y aterrizajes de Tegel mientras la desactivaban.
En Alemania es muy común que aparezcan bombas sin explotar de la Segunda Guerra Mundial cuando se realizan obras y excavaciones. La que fastidió mi viaje era pequeña, sólo evacuaron a 700 personas y la bomba era de 70 kilos, pero a veces se encuentran bombas de 250 o 500 kilos mucho más peligrosas.
El aeropuerto de Tegel
Cuando por fin nos dejaron despegar, con una hora de retraso, pensé que el resto del viaje iba a ser sin complicaciones, pero no fue así. Tegel era un aeropuerto pequeño, con pocas puertas con pasarelas. Esto significaba que la mayor parte de los pasajeros tenían que bajar del avión en escaleras móviles y subirse a un bus (o caminar) para llegar a la terminal.
Como la bomba había retrasado varios vuelos, el aeropuerto no tenía suficientes escaleras móviles y tuvieron que dejar a todos los pasajeros dentro de los aviones aparcados. Mientras esperábamos a que llegara una escalera, tuvieron que abrir las puertas del avión por el calor que hacía dentro. ¿Que por qué no ponían el aire acondicionado? Pues no lo sé, pero ahí estábamos con las puertas abiertas sin nada que hacer.
Después de media hora de haber aterrizado, finalmente fue nuestro turno para usar las escaleras. Fuimos en bus hasta la terminal para poder sacar las maletas. La zona de llegadas era un caos, era pequeña y estaba llena de gente esperando maletas con cara de que habían perdido la ilusión de vivir. Mis maletas salieron rápido (milagro) y salí corriendo hasta la zona de taxis para poder llegar hasta la estación de tren.
El pobre aeropuerto de Tegel no tenía ni línea de metro ni de tren, sólo podías llegar en taxi o en bus. Como llevaba dos maletas y nunca había estado en Berlín, decidí que lo mejor sería ir en taxi para llegar más rápido. La estación más cercana por la que pasaba el tren que necesitaba era la de Zoologischer Garten (Zoológico).

Berlín
Cualquiera pensaría que comprar un ticket de tren no tiene mucho misterio, ¡pero hasta eso fue complicado! A la hora que llegué, la oficina ya estaba cerrada y sólo se podían usar las máquinas. El ticket costaba 9,50€ así que saqué un billete de 10€ para pagar. Hasta aquí todo bien, pero la máquina sólo aceptaba billetes de 5€. Entonces pasé al plan B e intenté pagar con tarjeta, pero en Alemania eso de la modernidad no les va y la máquina no aceptaba Visa (ni MasterCard ni nada, sólo una tarjeta alemana de dinero electrónico).
En ese momento, agarrar la máquina a patadas y subirme al tren sin ticket se veía muy tentador, pero…
En Alemania las estaciones no tienen tornos, puedes subirte al metro, tren, tranvía y bus disimuladamente, pero si te pillan (que te van a pillar) la multa en el Deutsche Bahn es de 60 €. ¡Esa multa sí la puedes pagar con tu Visa!
Después de decidir que no quería empezar mi estancia en Alemania con mal pie, me puse a buscar a alguien que me pudiera cambiar mi billete de 10€. Arrastrando dos maletas en el límite de peso por toda la estación no era fácil, pero encontrar una tienda o persona que me cambiara el billete era aún más difícil. Nadie tenía cambio y las tiendas no cambiaban billetes, pero después de mucho preguntar lo conseguí.
El tren
El siguiente paso era subir a la zona de andenes para poder montar en el tren y llegar por fin a Frankfurt Oder, pero… ¡el tren venía con retraso! El tren de la línea RE1 pasaba cada media hora cuando llegué al andén ya tenía 15 minutos de retraso. Admito que pensaba que en Alemania los trenes eran tan puntuales como en Japón, pero tristemente la puntualidad alemana sólo vive en nuestra imaginación.

Cuando por fin llegó el tren me di cuenta de que me había equivocado de puerta, pero no me daba tiempo a cambiarme. Estos trenes son de dos plantas y la parte de abajo de los vagones tienen zonas con asientos plegables para gente con bicis y maletas. Como yo no lo sabía, me metí por una puerta en la que sólo había asientos normales a la izquierda y escaleras a la derecha. Con las dos maletas no era capaz de moverme demasiado, por lo que decidí quedarme ahí intentando no estorbar.
En ese momento de relax recordé que no había contactado con la chica que iba a ir a buscarme a la estación de Frankfurt Oder desde que estaba en el aeropuerto de Barcelona. Esta chica era de un grupo llamado Interstudis, parte del Erasmus Student Network de la universidad a la que iba, y ella era mi “buddy”. El problema es que en esa época no existía el roaming europeo incluido en la tarifa y en mi teléfono no podía activar el roaming (y arruinarme) porque no lo había configurado antes de salir… Así que sin wifi ni nada no podía contactar con ella.
Entonces vi a un chico, que también iba de pie, con un móvil en la mano y decidí que era el momento de pedir ayuda. Gracias a él pude llamar a mi buddy y decirle que ya iba en el tren hacia Frankfurt Oder.
El viaje de una hora de pie se me hizo un poco más corto porque acabamos hablando todo el viaje. Él venía a ver a su novia que estudiaba en Viadrina después de pasar meses trabajando en una plataforma petrolífera en Alaska y se moría de jetlag. Gracias a él pude sacar las maletas del tren, porque estos trenes tienen una rampa hacia el interior del vagón muy incómoda.
Al llegar encontré en el andén a unos estudiantes de Erasmus de Georgia que también estaban buscando a su buddy. Como yo vivía más lejos que ellos de la estación, ¡tuve la suerte de que mi buddy me llevara en coche hasta mi casa!
Y esta fue la historia de mi desastrosa llegada a Berlín y de cómo llegué hasta Frankfurt Oder.