Después de navegar durante toda la noche llegamos a Ajaccio, la capital de la isla de Córcega. Córcega es una isla francesa en el Mar Mediterráneo, conocida por sus playas y también por su historia, ya que aquí nació Napoleón. En esta isla se habla francés y también se reconoce el corso.
Los cruceros atracan en un pequeño puerto, que es muy cómodo porque permite a los viajeros ir a pie hasta la ciudad. En este puerto no hace falta ir en lancha ni en bus para poder disfrutar del centro de Ajaccio.
En esta parada del crucero no nos apuntamos a ninguna excursión, sólo fuimos a dar una vuelta por la ciudad de Ajaccio.
¡Mi balcón daba al puerto y al despertar tenía las mejores vistas!
Junto a la citadelle hay una pequeña playa con agua transparente y diferentes tonos de azul, un buen sitio para bañarse en la ciudad si no quieres caminar mucho o no tienes tiempo de ir más lejos.
Callejeando por la ciudad hay muchos restaurantes con terrazas, iglesias y mercadillos. Es una ciudad muy pintoresca en la que puedes «perderte» caminando y encontrar rincones fotogénicos.
La plaza Foch, con una estatua de Napoleón vestido de romano
En el mercadillo de la plaza de Foch venden productos de la isla, como quesos, aceitunas, embutidos y panes, productos comunes en la dieta mediterránea.
Al atardecer llegaron yates más grandes al puerto. Nosotros salimos hacia el siguiente destino, el puerto de Civitavecchia.
Algo que me pareció curioso en este crucero es que ya no se toca la bocina al salir del puerto. Recuerdo que cuando fui en otro crucero en el año 2005 siempre tocaban la bocina al salir. Un día estaba comiendo en la cubierta muy cerca de las chimeneas (y de donde sale el sonido) y casi me atraganto del susto. Ahora ponen Con te partirò de Andrea Bocelli y ya.